Hace un par de décadas, fue creado en China un tipo de horno que
trabajaba de forma continua. Mientras que los tradicionales (tipo
Hoffmann) demandan una inversión alta, los chinos —instalados también
en la India tiempo después— resultan relativamente sencillos. SofoNic
trabaja desde el 2003 en la adaptación del horno vertical a las
condiciones de América Latina. La diferencia principal consiste en que
en aquellos países se quema con polvo de carbón piedra, mientras que en
Nicaragua emplean la leña.
Por Kurt Rhyner
Un equipo de especialistas de EcoSur viajó al norte de Nicaragua para
asistir al segundo intento de quema en un nuevo horno continuo
vertical. Al llegar, encontramos a Franklin, joven ingeniero residente
del proyecto, colocando los primeros batches de ladrillos. Cada batch
consta de cuatro hiladas, aproximadamente 180 unidades. Luego lo
sustituyó Marcos en esa tarea, y la terminó un obrero de la
cooperativa. Como no había suficientes ladrillos del tamaño indicado,
en parte hubo que usar unos más pequeños.
Prendimos el fuego a las dos de la tarde, con 10 batches, es decir, el horno casi lleno. Este “casi” nos traería problemas más adelante.
Dado que la leña se encontraba mojada y los ladrillos muy verdes (para no decir mojados), producto de la lluvia caída durante las últimas semanas, y también en la tarde, la quema comenzó con bastante vapor y humo, que durante los primeros treinta minutos salía por todos los agujeros posibles, incluso hasta por el área de carga. Luego mejoró la situación, con abundante vapor brotando por los ladrillos y también por la chimenea. Cerramos entonces las dos compuertas del área de combustión. Era evidente desde el primer momento, que en el fogón del norte las llamas buscaban hacia adentro, mientas que en el del sur emergían hacia afuera.
Después de muchas discusiones y observaciones,
consideramos que se debía a un muro existente en el frente de este
fogón, el cual debilitaba el acceso del aire por el cenicero. Esto
mismo sucedió en la primera prueba de quema, aún cuando las condiciones
del viento fueron diferentes. En este caso, no hubo viento regular,
sino uno suave cambiando de rumbo. Esta situación de los dos fogones se
mantuvo hasta el final.
A las seis de la tarde se marchó el equipo técnico, y dejó a la
cooperativa encargada de mantener vivo el fuego hasta la una de la
madrugada. Consideramos que para este momento los ladrillos deberían
haber botado su humedad y comenzado el proceso de cocción.
Regresamos a la una, y bajamos el primer batch, que por supuesto,
estaba frío. Se cargaron estos ladrillos y se volvieron a colocar en el
horno. Este trabajo resultó extremadamente duro, ya que se desarrolló
dentro del perímetro del horno, con altas temperaturas y con algo de
humo. Si hubiéramos tenido suficientes ladrillos, este proceso hubiera
sido mucho más suave, pudiendo trabajar encima de la línea del horno,
con menor calor y poca exposición al humo.
Posteriormente, bajamos el segundo batch, y también el tercero;
procedimos igual que en el primero, en medio de condiciones adversas,
que no fueron ocasionadas por el horno, sino derivadas de la falta de
materia prima. Kurt Rhyner había decidido bajar la intensidad del
fuego, pues temía que el exceso de calor derritiera los ladrillos, algo
que sería fatal en este horno, y podría obstaculizar la descarga.
En el cuarto batch, a las 4 de la madrugada, llegamos a los primeros
ladrillos rojos, que estaban situados en un principio en la parte baja
del área del fogón. Ya se podía apreciar que el quinto tenía una
mayoría de ladrillos cocidos. Era evidente que del lado norteño la
quema resultó mejor que en el sur, tal como se esperaba. Dejamos este
batch para enfriar, mientras que se seguía con fuego más alto, pues
vimos que el tiempo de quema o la intensidad del calor era todavía bajo.
A las seis de la mañana se pudo descargar sin problemas el cuarto batch
(ya enfriado), y se bajó el quinto. En este, ya todos los ladrillos del
lado norte estaban rojos, del lado sur quedaban partes sin quemar.
Rompimos tres ladrillos y descubrimos diferentes grados de terminación
(dos todavía con el centro sin fundir), pero ya quedaba claro que el
sistema ¡funcionaba!
Junto con el dirigente de la cooperativa, analizamos el camino a seguir
y se decidió ampliar el acceso al fogón norteño para dejar más
movimiento de aire, y a la vez, facilitar el trabajo al frente del
fogón. También se consideró necesario añadir una escalera y se
recomendó dejar más espacio entre los ladrillos para ayudar a la
conducción del calor, así como poner puertas a los ceniceros a fin de
controlar mejor el flujo de aire.
Raúl se lamentaba en ese momento por no tener más ladrillos, pues una
vez que el horno está prendido, funciona con poca leña. Aunque esto se
hizo evidente, todavía no se cuenta con un cálculo real. Se decidió no
hacer la próxima quema hasta completar unos 10 000 ladrillos listos,
para quemar durante cuatro o cinco días, y sacar ya una experiencia y
datos claros.
Quedó demostrado que el horno funciona. Lo que no se tiene todavía es
el conocimiento práctico de su operación. Falta afinar y optimizar.